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En ViLo

20 ene 2008

Ontología (segundo fragmento de un diálogo)

-Dijiste que explicarías qué piensas de la dualidad.
-Sí, pero prefiero hablar de geometrías más interesantes.
-¿Cuáles?
-A veces despierto en la madrugada, me da mucha sed, pero una especie de instinto matemático me obliga a quedarme desnuda en la cama: entonces conduzco mi mano al triángulo que apunta en medio de mis pies (o, pienso, hacia abajo). Es una brújula que da siempre hacia el centro del mundo, que indica a Dante el camino al Infierno. Lo que me hace una pantera no es mi sensualidad, sino los terribles secretos que atesoro en mi cuerpo. Lo que seduce no es mi apariencia, sino el enigma que escondo en ella. Una suave punta de lanza con veneno edulcorado. Guarda esta figura de tres ángulos la clave de un sutil mensaje. Desde mi adolescencia pensaba en el sentido de la triangularidad que pocos han conocido, definitivamente alejado de la cháchara de la mayoría: la triangularidad es la perfección. Casi todo el intrincado conceptual de tu filosofía se desvanece cuando pienso, como ahora, en tríadas. La dualidad nos deja más de una vez limitados, en la incertidumbre, incapaces de tomar una determinación entre opuestos (de ahí que el hombre moderno sea básicamente esquizoide pues, al sentirse igualmente arrastrado por dos fuerzas contrarias, no le queda más que aguardar con estupor las consecuencias de una decisión que en ningún caso le confortará). La triangularidad, sin embargo, no es valiosa y verdadera sólo porque muestra una opción más (eso sería vulgar), sino porque reconcilia, cierra el ciclo y rescata lo que la dualidad olvida: allí lo particular y lo plural se vuelven totalidad; materia, espíritu, vida; ignorancia, conocimiento, misterio; bondad, maldad, inocencia.
-Encuentro eso muy discutible, puesto que…
-Deja ya esa ontología de interruptor. Mira, acércate.

12 ene 2008

El origen del pecado

Cuando el Primer hombre saltó por el prado estaba desnudo y radiante. Escupió el barro que todavía llenaba su boca. Acababa Dios de soplarle entre las narices y aún tenía el recuerdo del aire cálido que emanaba de aquella entidad oscura, omnipotente y paternal. Tuvo sed. Sus brazos se alargaban para alcanzar un fruto que tuviera savia dulce con tal de mojar su garganta. Luego tomó la rama de la que había cortado la fruta, la quebró y con ella empezó a rayar el suelo fangoso del Paraíso. La piel de la tierra empezó a abrirse y a mostrar, entre los pequeños surcos y hendiduras, algunas formas que el primer hombre había hecho. El creador, que todo lo observa, asombrado preguntó: "¿Qué haces?" Entonces el hombre dijo:
"Represento este mundo a mi imagen y semejanza".
Tras meditarlo un momento, Dios ordenó severo:
"No comerás más de este árbol con tal de no usar sus ramas para escribir, comerás ahora de las hierbas suaves, de los tubérculos y de las raíces que crecen debajo del sol"…
Pero la serpiente lo había visto todo.

11 ene 2008

Providencia divina

Exquisito arte con el que en un instante colmó Dios la Nada con signos vivos, separando lo grave de lo sutil. Bendijo la luz, cuidó atento las semillas del nuevo Jardín. Modeló entonces el barro. Creó así el plan, el teatro perfecto para desplegar su odio y realizar su feroz venganza, concebida ya desde la eternidad.

10 ene 2008

Visita

Algo se detiene. La noche le ayuda a esconderse. Se agita y tiembla. Escucha un paso y se vuelve sombra, tiniebla que marcha lentamente, se une al aire frío, esa ventisca que en estos días empieza a sentirse como verdaderamente otoñal. Avanza. Algunos pasos más. Alguien no ha alcanzado resguardo y hace un alto para contemplar los afeites de la miseria de las calles del centro de la ciudad, regresa la sed, entonces es hora de seguir el viaje. Sólo se ven sombras de una geometría endeble e improvisada, hecha con siglos de errores. Cálculos, vanos cuidados, reglas torcidas por una tierra sin reposo. El mundo nunca fue una máquina, he allí el error fundamental de la arquitectura. Sin embargo los edificios, con cierto orgullo de otro tiempo exhiben apariencias que no acaban de extinguirse. Ladridos en cada esquina. Ahora mira hacia arriba y encuentra el cielo, con apenas algunas estrellas que parecen avergonzadas. Asciende y el aire es más frío. La fetidez de una fábrica en reposo. Hay una falsa impresión de quietud en estas horas, sólo quien adivina las aflicciones ajenas puede sentir el quebranto de las miradas que se hacen acompañar de una pantalla. Falsa quietud porque, desde arriba, se escucha que la ciudad emite un zumbido, casi lúgubre, pero al fin con vida. Mundo extraño éste en el que, con una cobija sucia se arropan dos que no tienen ya nada que esperar. Cualquier pregunta sobra, cualquier asombro está de más; no se siembra en la aridez de las almas que, a fuerza de mirar desgracias, se han aletargado para siempre. Asciende más y se pone a descubrir formas en los trazos luminosos de las bombillas, en las lámparas que los hombres han dispuesto como una advertencia inequívoca para el dios de las alturas. Atraviesa ahora extensiones. Viaja con el aire dándole en la frente. Los músculos del rostro se tensan, aquí hay más frío, será tal vez por la hora. Piensa en una canción pero no la recuerda del todo, la melodía principal era interpretada por un oboe. Ya te adivina. Se confunde con el ruido de algún motor que nadie sabe a dónde se dirige. Va pisando escalas hechas con las notas de los grillos. Entra con un ligero temblor en la ventana. Te encuentra. Se detiene justo frente a ti y se inclina para mirarte de cerca. Sólo un vago estremecimiento anuncia su llegada: no dormirás más aquí.

8 ene 2008

Alegoría platónica

Mientras se aseguraba con las cadenas que, no sin esfuerzo ingente, él mismo se había quitado el día anterior, los demás le escuchaban entre divertidos y curiosos. En toda la caverna se oyó su voz metálica: "¡He visto las cosas en sí mismas!" Ecos de risas apagadas. "Y, ¿cómo son?", preguntó alguien. "Insoportables", respondió, y con desgano se dispuso a mirar aquella gran piedra lisa donde se proyectaban toda clase de sombras.

El espíritu del capitalismo

Con los ojos bien abiertos, con su pobreza ancestral, el hombre mira atento y deseoso el escaparate. Un pequeño brillo fecunda en su alma la revancha. Sólo se trata de extender la mano. Al huir, un destello salta de su bolsa hacia la alcantarilla próxima. Rueda el brillo y se pierde. Alguien extiende la mano, apunta y da en su cabeza. La indigencia que el pobre hereda a sus hijos buscará sosiego en el pan de la caridad; de igual forma, sólo se trata de extender la mano.

Civilización (fragmento de un diálogo)

-Pero aquello que surge sólo de la mirada…
-Estás pensando como todo un hombre: de la mirada al no-sé-qué. Resoplas metafísica.
-Tal vez, pero recuerda que el hombre es alma y cuerpo.
-Para empezar, ni siquiera es tu caso.
-En efecto. Mis carnes son duras y no tengo más guía que el miedo a las voces que se escuchan fuera de este laberinto. ¿Pero, en el fondo no tenemos algo de bifrontes, duales, animales racionales?, ¿no es la racionalidad lo que ha hecho la civilización, y por tanto…?
-No. Creo que tú más bien eres animal y vegetal…ah, tu rostro se endurece, Toro de Minos. Te contaré después lo que pienso de la dualidad. Pero me convenzo de que tu carácter se debe a que no eres del todo civilizado o, mejor dicho, tú no eres totalmente urbano: en el lugar de tu carpeta cabría perfectamente un morral de campesino lleno de viandas para el mediodía. Tu tránsito a la modernidad sigue siendo doloroso, la ciudad ejerce en ti la misma atracción que los vestidos de colores chillantes de las putas que adornan las calles de tu pueblo. Has llegado huérfano, sólo con los cinco sentidos (que en una ciudad no funcionan mucho). Y te empeñas en no renunciar a ellos.
-¿No he aprendido?
-Y tal vez sea bueno que nunca lo hagas: cada vez que te pierdes en las calles, cada vez que te caes en las banquetas, embriagado de nostalgia, se hace más fuerte tu necesidad de construir laberintos. Tu asombro tampoco aminora: especialmente cuando la ciudad le ha dado a tus ojos la bendición de encontrar tanto. El mundo civilizado ha sido para ti una mujer que se ha atrevido a mostrarte sus…
- ¡Gracias por llamarlo bendición!
-Para ti, por supuesto… ¿Te das cuenta?, de todo lo que he dicho sólo recuerdas la palabra 'bendición'. Resquicio de los catecismos que antaño tuvieron que memorizar los tuyos.
-Muchos de ellos sólo para salvar la vida.
-Y tú, como lo hicieron ellos, te niegas a aceptar la urbana (o moderna) lección de la vida sin lo sagrado: en el fondo, Toro de Minos, eres sólo un pobre pagano disfrazado de ateo.
-¿Un ateo irredento?
-Peor…

Sustancia y accidente

Un hombre listo
mira una camisa azul
atravesando la acera:
piensa en unos dedos
largos que escriben
un libro de metafísica,
o que derraman la última
gota de alguna botella.

Alguien dice:
"este siglo nació muerto".

El hombre listo
camina despacio
para no aplastar infinitos

Desde el aparador próximo
apenas y percibe
el guiño
de un círculo verde:
"¿Qué mueve todo este flujo?"

S e d e t i e n e y s e d e r r u m b a

El hombre listo
encuentra su conclusión,
justo cuando en el ángulo
de sus dedos aparece
la eternidad del ciclo:
verde, amarillo, rojo,
verde, amarillo...

Metafísica del caos II

Dispuestos así sobre la mesa, los libros, la pluma, la tinta, el café y el tabaco esperan la intervención del Demiurgo puntual. La atonalidad primigenia, la confusión original se devora los relojes. El desorden del librero y de la sala entera es el reflejo de un secreto tejido, espantoso, que el azar ha improvisado con todo lo que existe. El Demiurgo hoy no llegará a la cita, pues tiene pesadillas con sus criaturas

¿Qué es la felicidad?

Nada más errado que sostener que, en las provincias de la modernidad, la vida está condenada a la desdicha. La felicidad existe. También se le conoce como Diazepam.

Contingencia II

De repente el mundo entero se viene abajo con un crujido imperceptible de tan cotidiano. No se necesitan armas para desmembrar el fundamento de los filósofos: las piernas ceden y los brazos van con ellas. Ya en el suelo, fuera de sus cuencas, nuestros ojos alcanzan a ver el polvo que les nubla y que recién cubre las ruinas.

Contingencia

Los vidrios continúan su danza animados por el viento. Recorro las líneas de este libro tratando de encontrar una salida al problema de la identidad. El cigarro descansa todavía humeante y el sabor amargo del café invade mi boca. Los destellos presentes se apagan para renacer inmediatamente después. He aquí que algunos recuerdos persisten, pero no sé si mi mano ha nacido la misma. De cualquier modo, me preparo: hago una mueca vacía con la que me despido otra vez del mundo.

Metafísica del caos

Encerrados en diminutas cápsulas de espacio y de tiempo, cada objeto del mundo nos interpela con su apariencia, nos reta, nos cierra el paso, nos insulta con su presencia...también es imposible escapar del abismo que las imágenes de las cosas abren cínicamente entre nosotros y la verdad.

Pluralidad de mundos

Hay mundos a los que uno se asoma por accidente. Algunos se muestran bellísimos, con torres lustrosas de mármol, puertas adornadas y bandas que entonan fanfarrias en las aceras para celebrar nuestra presencia...tanta algarabía nos conmueve, así que decidimos respirar profundo. Aunque, más de una vez, con el filo de la nariz adivinamos que tales mundos son francamente inhabitables.

Salutación

La mayoría cree que la vista excede en virtud a los demás sentidos. No es del todo cierto puesto que, de no tenerla, te hubieras ahorrado la lectura de estas necias palabras.
 

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