De Los Salmos del exilio
En la Casa de dios
Tú
abrirás muy grande los ojos
hasta respirar por ellos.
En la Casa de dios
el filo de tus labios expandidos
va a llenarse de veneno.
En la Casa de dios
se pasearán junto a ti
mientras duermes,
y los iniciados se esforzarán
para verte como sólo un cuerpo
(gran lección de anatomía)
Beberán café mientras
te profanan,
a todas horas,
cada que lo crean necesario.
Es para salvarte,
al fin
es
para
salvarte
(¿quién lo duda?)
Te atarán a un pilar gris
para que el frío ablande
tu carácter.
Hurgarán en ti una y otra vez
tras pantallas.
Prepararán mezclas,
cálices, potajes.
En el hogar de dios
se camina en silencio
para no molestar
a quien hace su trabajo
entre el griterío y el polvo
del campo de batalla.
Otros vienen con la esperanza
en hipodérmicas.
Todo para que tengas el valor
de arrojar tu historia
a los pies de cualquier
estúpido
que pase disfrazado
de buen pastor
(También para salvarte)
En la Casa de dios
estallarán tus oídos
al escuchar que te nombran.
No es necesario que él te mire
pues te conoce
siempre.
Te rodeará con su aliento
omnipotente
Y sentirás que su mano
entra
como la luz
por debajo de tu puerta.
En la casa de dios,
(justo en la antesala)
hay un espejo
donde puedes mirar
tu pelo blanco
que se rinde
y se vuelve ceniza.
Allí puedes ver
que tu perfil
se desmorona
irremediablemente,
como un imperio antiguo