Remitente
mi oreja sangrante
por correo.
Pero Dios y el Servicio postal
son cosas
en las que no creo.
Por la tarde
no pisamos ninguna
hoja podrida
la marimba
retocaba
el fondo azul
del paisaje
istmeño
devoré
una guayaba dulce
sobre tu espalda
afuera,
el ruido del autobús
que nos trajo
era una gota de agua
que caía en la coladera