Escucha

En ViLo

5 ene 2011

Testimonio

...He aquí que he sido violentado hasta lo profundo con dardos envenenados, con lo peor que puede haber para un hombre o una mujer (no puedo decirlo sin asco): la avaricia.

Así, la abyección anidó en las rendijas de mis párpados hasta hacerme ver sangre. La mentira tejió sus faldas en mi boca, con las que se vestía, hasta en la ocasión más insignificante. Todo lo que conozco degeneraba con sólo verme: ¡Midas, oh rey, sé del tamaño de tus desgracias y de tu desolación!

En las noches, sin que nadie me oyera, he renegado de mis parajes y he abandonado mi tienda para volver a caminar por los senderos más ponzoñosos de esta tierra. No he cubierto mi rostro ante las estatuas, he blasfemado, y herido con mi daga al hombre más santo que encontré.

Pero tú has venido, oh mujer, con palabras que, en lugar de las pavorosas lanzas silbantes que usan los ejércitos al invadir ciudades de ancianos y niños, como las que destrozan los cuellos inocentes, tú mujer, digo, has tomado un puño de tierra y lo has mojado con tu saliva. Después, me has llamado a tu presencia en la plaza para embadurnar con tu lodo mi boca y has golpeado mi frente.

Y he aquí que el grito de la mentira se oyó en mis adentros y, llena de rencores, se arrojó a ti, escupiéndote.

Tú me miraste con luz.

Entonces la enfermedad, fortalecida con mis atrocidades, abrió la boca mostrando los dientes y, tomando tu cráneo, quiso morder tu cuello.

Tú te apartaste, besaste mi mano: me encontraste temblando, escondido hasta el fondo de mis ojos y me saludaste.

La gente en la plaza quedó quieta. "¿De dónde es ella?", preguntaron. "Es una sacerdotisa o una bruja", murmuraron.
Pero continuaste tu labor: muy cerca de mi oído dijiste a la mentira: "Abandona a mi prójimo, y ve a dejar tu inmundicia al estercolero". Vomité sangre negra.

Te arrodillaste y cubriste mi rostro con hierbas.

Un Guardia Real que miraba de lejos se acercó a ti y te quiso levantar para llevarte. Tú le gritaste "No".

Entonces él desenvainó su espada para hundirla en tu costado. Y, después, mi daga abrió un camino en su vientre.

La gente corre y, en medio del caos. Tú me miras por última vez. Te veo con mis ojos, ya sanos, ya limpios.

Es lo último que quiero ver.
Así que voy a seguir huyendo de los soldados.
En el primer escondrijo he dejado mi testimonio.
Al terminar esta frase, rebanaré mi yugular.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio

 

Creative Commons License
Todo el contenido de En ViLo por Leonel Toledo Marín es original y está protegido por la licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 México License.