Escucha

En ViLo

4 dic 2009

El Obispo


Jadeante, el Obispo se levantó. Pensó en lavarse pero el griterío ocupó su atención, y se distrajo con los llantos de los hombres y la confusión de los galopes y los crujidos funestos del metal.
"Son los bárbaros", pensó, y permaneció de pie mientras su respiración se hacía más pausada, "ya han cruzado las puertas de la ciudad".

Entonces el Obispo recordó al niño (miró su pelo, pero no quiso verle a los ojos): "Ya puedes marcharte, que El Señor te bendiga". Quemó incienso y, desde lo profundo, meditó sobre Job. Después tomó el tintero. Escribió toda la tarde.

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