Moralidad de la pipa y el tabaco (1)
Pero también me gusta pensar, un poco para distraerme, en las pipas que yo he regalado. Nuevas o usadas, muchas de ellas han tomado su rumbo lejos de mí. Me deleito al considerar que, a su vez, los fumadores a quienes les he obsequiado alguna pipa han contribuido a la felicidad general de las almas, regalándolas a otros y, así, tal vez en algún lugar lejano me sea dado ver a un desconocido haciendo humear una cazoleta que alguna vez yo tuve. Me pregunto qué le diría. Todavía más: si me encontrara alguna de mis pipas en una tienda de artículos usados, indudablemente la compraría para volverla a regalar. Todas las pipas, a pesar de quién las ha comprado, adquirido o inventado, pertenecen al mundo; de ahí que no sea extraño que a menudo se pierdan, realizando de este modo lo que es más propio a su naturaleza inestable y errante (y, si lo consideramos más atentamente, tal vez esa sea otra razón por la que las pipas fuman mejor cuando caminamos con ellas).
En fin, mientras escribo esto, saludo las novedades y me detengo un momento para mirar las pipas que conservo. Parece que me devuelven el gesto. Y tanto ellas como yo pensamos en las figuras pasajeras y azarosas del tabaco encendido: aromáticas y azuladas crines de los briosos corceles de Heráclito y Platón.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio