Escucha

En ViLo

29 nov 2010

Marimba

Percutimos pero el sonido todavía es metálico y sordo. La delgada tela se corta con cuidado, y siempre está a punto de desgarrarse. Debemos tomar la (pequeña) porción justa. Resta untar con cuidado la cera de abeja alrededor del orificio en el que termina la pequeña caja de resonancia. Si tus dedos se embadurnan, la cera se adherirá a tus yemas y la tela se romperá. Tendrás que empezar otra vez. Paciencia. Cuando ha quedado bien dispuesta, la tela zumba como un insecto furioso y también llega la nota clarísima; abriéndose paso desde su casa de madera, hace vibrar el tejido y escapa. Se trepa en las paredes, se vuelve aire, sale al patio, brinca las cercas de los vecinos, juega con dos niños y luego se marcha. Es el sonido que sigue del temblor de los dedos, extenso y amable. La vibración de la nota sube al cuello de una mujer que camina descalza. Hay que encorvarse ligeramente cuando se toca la marimba, en un gesto involuntario de humildad. El ejecutante ha de mover las manos con rapidez pero, sobre todo, con sutileza para llevar y traer la armonía de la escala inicial de La Zandunga: la tensión del origen que se esparce como las semillas en la milpa y llega hasta la Cruz del Sur.

Todos saben que no hay uno que sepa tocar la marimba, pues ella es quien te guía, y no habrá sonido que le arranques si ella no quiere. Te atará con sus hilos y te verá caer de borracho mientras le cantas con una guitarra. En la madrugada te ordenará salir a pescar sin red ni plomada, (si no quiere, tampoco pisarás la calle). La marimba estará allí cuando, al mediodía, la sed se apriete contra tus labios. Beberás agua de la tinaja y resolverás el misterio de la vida mientras tomas de una jícara, pero no se lo podrás decir a nadie más que al timbre barnizado de sus notas. Lo que la mayoría tiene por desdeñable, para ti será milagro; hablarás de prodigios que llegaron cargados de dioses al sureste.

La trajeron de África y con ella los abuelos se alegraron hasta que se acabó y, extrañamente, el día que dejó de haber marimbas fue cuando nadie sintió más respeto por los árboles.

Etiquetas: , , ,

 

Creative Commons License
Todo el contenido de En ViLo por Leonel Toledo Marín es original y está protegido por la licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 México License.