Contingencia II
De repente el mundo entero se viene abajo con un crujido imperceptible de tan cotidiano. No se necesitan armas para desmembrar el fundamento de los filósofos: las piernas ceden y los brazos van con ellas. Ya en el suelo, fuera de sus cuencas, nuestros ojos alcanzan a ver el polvo que les nubla y que recién cubre las ruinas.
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