Alegoría platónica
Mientras se aseguraba con las cadenas que, no sin esfuerzo ingente, él mismo se había quitado el día anterior, los demás le escuchaban entre divertidos y curiosos. En toda la caverna se oyó su voz metálica: "¡He visto las cosas en sí mismas!" Ecos de risas apagadas. "Y, ¿cómo son?", preguntó alguien. "Insoportables", respondió, y con desgano se dispuso a mirar aquella gran piedra lisa donde se proyectaban toda clase de sombras.
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